EL VELO DEL TIEMPO


Un perro corre tras su presa, ladra, queda atrapado entre las grietas de una roca. Su amo, un cazador del siglo XIX, intenta liberarlo. Descubre, de esta manera fortuita, la entrada a unas cuevas. Un fogonazo ilumina la noche de los tiempos. Se ven impresas las huellas de los primeros hombres. Una galería de representaciones que nos sugieren cómo cazaban, cómo vivían, qué los atemorizaba…
Las paredes hablan.
Los lugares en que nos sumergen las fotografías de Abraham Votroba, en un presente sin fecha precisa, son construcciones del hombre. También nos hablan.
A través de los ojos de Abraham, nos deslizamos por una puerta entreabierta a un espacio sin tiempo. Las líneas de la arquitectura que dibuja la luz nos interrogan.
Ventanales luminosos, pero como ojos ciegos, escaleras que conducen a un no lugar, paredones tapizados de ventanas rodeándonos con un cielo que parece cerrarse sobre nuestras cabezas.
Túneles sin salida, columnas que se multiplican como en un salón de espejos.
Estamos en un laberinto, nos detenemos, aguzamos el oído tratando de descifrar un eco en el silencio. Solo escuchamos los latidos de nuestro corazón, martillando inquieto.
En una época de proliferación apabullante de imágenes, nos encontramos desarmados frente a esta serie de fotos. Con los sentidos alertas, tratando de descifrar el enigma que representan. Espacios casi siempre vacíos que provocan una sensación de extrañamiento. ¿Qué lugar es ese?, ¿Dónde se encuentra?, ¿Quién lo habita?.
Con una técnica impecable y una sensibilidad exquisita, las fotos de Abraham nos invitan a un recorrido poco habitual. No como espectadores, sino más bien como cazadores, que se desvían de su camino y asisten a un descubrimiento. Algo que estaba ahí, esperando que se descorra el velo del tiempo.

Valeria Bellusci

Un perro corre tras su presa, ladra, queda atrapado entre las grietas de una roca. Su amo, un cazador del siglo XIX, intenta liberarlo. Descubre, de esta manera fortuita, la entrada a unas cuevas. Un fogonazo ilumina la noche de los tiempos. Se ven impresas las huellas de los primeros hombres. Una galería de representaciones que nos sugieren cómo cazaban, cómo vivían, qué los atemorizaba…
Las paredes hablan.
Los lugares en que nos sumergen las fotografías de Abraham Votroba, en un presente sin fecha precisa, son construcciones del hombre. También nos hablan.
A través de los ojos de Abraham, nos deslizamos por una puerta entreabierta a un espacio sin tiempo. Las líneas de la arquitectura que dibuja la luz nos interrogan.
Ventanales luminosos, pero como ojos ciegos, escaleras que conducen a un no lugar, paredones tapizados de ventanas rodeándonos con un cielo que parece cerrarse sobre nuestras cabezas.
Túneles sin salida, columnas que se multiplican como en un salón de espejos.
Estamos en un laberinto, nos detenemos, aguzamos el oído tratando de descifrar un eco en el silencio. Solo escuchamos los latidos de nuestro corazón, martillando inquieto.
En una época de proliferación apabullante de imágenes, nos encontramos desarmados frente a esta serie de fotos. Con los sentidos alertas, tratando de descifrar el enigma que representan. Espacios casi siempre vacíos que provocan una sensación de extrañamiento. ¿Qué lugar es ese?, ¿Dónde se encuentra?, ¿Quién lo habita?.
Con una técnica impecable y una sensibilidad exquisita, las fotos de Abraham nos invitan a un recorrido poco habitual. No como espectadores, sino más bien como cazadores, que se desvían de su camino y asisten a un descubrimiento. Algo que estaba ahí, esperando que se descorra el velo del tiempo.

Valeria Bellusci